viernes, 10 de junio de 2016

GATTACA

CRÍTICA:

Uno de los temas candentes en la actualidad es el de los “bebés a la carta”. Bebés programados y concebidos in-vitro con ciertas características genéticas concretas. Hay parejas que deciden “programar” algún hijo cuyo nacimiento no se deba al simple y puro azar, a la combinación totalmente aleatoria de genes maternos y paternos como consecuencia de una noche loca. Por ejemplo, se dan casos en los que algunas parejas deciden tener algún hijo por este método programado, para que pueda ayudar a salvar la vida de un hermano enfermo.
Incluso se ha llegado a dar el caso de gente que ha rechazado a sus “hijos a la carta” porque éstos no reunían las condiciones requeridas.
Como si los niños que están por venir fuesen creados por catálogo y pudiesen constituirse eligiendo una serie de ingredientes enumerados en un menú del día, a gusto de los clientes. “Si no está Vd. satisfecho, tiene derecho a la devolución del producto y a la restitución del importe pagado”.
¿Dónde quedan los límites de la ética, dónde queda el derecho a la vida y al libre albedrío, dónde queda esa dignidad fundamental que la naturaleza nos otorga a través de sus leyes cargadas de sabiduría?
Niccol, partiendo de esta idea tan problemática y controvertida, nos sitúa en un futuro no muy lejano en el que la carrera hacia la perfección de la especie está aniquilando algo tan bello como es concebir a los hijos por amor o por el anhelo de contacto entre las personas. En una era en la que la ingeniería genética ha dado pasos agigantados, engendrar “hijos de Dios” o “hijos de la fe”, niños sin ningún tipo de manipulación genética, es algo atrasado, pasado de moda, contraproducente. Ese tipo de criaturas son discriminadas y despreciadas por su entorno desde el mismo momento en que reciben el primer soplo de la vida. Son observadas de reojo con miradas de ligera conmiseración y de desprecio, como si fuesen reliquias de museo de alguna moda ridícula del pasado que queda expuesta para el escarnio de los observadores.
Desde luego, ya no nacen muchos niños así. Ahora, la mayoría son bebés a la carta, engendrados en laboratorio y manipulados para que sus genes sean los óptimos posibles. Desde el mismo instante en que ven la luz, una simple gota de sangre extraída dictamina la esperanza de vida, las enfermedades hereditarias, las probabilidades de padecer cualquier dolencia física y/o psíquica y rasgos del futuro carácter y de la personalidad. La deshumanización está presente ya en el mismo paritorio, sin tener en cuenta los sentimientos de unos padres que han de escuchar la voz monótona de una enfermera pronosticando una posible tendencia depresiva, una afección cardíaca y una muerte prematura.
Los genes, además, son el pasaporte al éxito. Destrozando el principio de la igualdad de oportunidades y de la consecución de las metas a través de los méritos personales, la sociedad bombardea con el mensaje de que unos genes excelentes son la única garantía para cosechar el éxito en todas las esferas.


OPINIÓN PERSONAL:

Para mi, la película es muy buena y nos enseña muchas cosas, algo positivo es que no podemos dejarnos vencer, no podemos dejar de luchar y debemos dar todo de nosotros para lograr nuestros sueños, no importa lo complicado que sea, o los obstáculos que se te presenten, siempre debemos seguir luchando. Otro punto que creo que debería destacar es que debemos tener límites para lo que vayamos a hacer, ya que no podemos abusar o matar personas para lograr lo deseado. Y algo que me quedo muy claro de la película fue que hay ocasiones en que se discrimina a la gente por pensar que eres menos o que no puedes, o no debes y se aplaude a otras personas haciendo que se crean mejores y no debe ser así, todos tenemos que tener las mismas oportunidades de lograr nuestros sueños y nadie tiene que quitarnos ese deseo. Y por último, con el personaje con el que más me he identificado es con Vincent ya que el lucha por su sueño le cueste lo que le cueste conseguirlo, y finalmente lo consigue a pesar de las adversidades.


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